lunes, 7 de julio de 2008

Crónica de un viaje a Grecia II: la Atenas milenaria

Dejábamos el anterior relato en la llegada a Atenas, capital de la actual Grecia. Por dar algún dato sobre la ciudad, decir que tiene unos 3 millones de habitantes (más de cuatro si le sumamos la zona portuaria del Pireo y su área metropolitana) y que concentra aproximadamente a un tercio de la población griega. Siempre que hablamos de Atenas, a todos nos viene a la mente la Acrópolis, el Partenón, el Erecteion y las cariátides... vamos, la época clásica, en el siglo V a. C. Y poco más... esto se explica porque tras ser conquistada Grecia por los romanos, allá por el siglo II a. C, y desde que Justiniano suprimiera su universidad allá por el 529 de nuestra era, Atenas conoció tiempos de decadencia... y así llega hasta 1832, cuando Grecia obtuvo su independencia del imperio otomano (los turcos), y en 1834 recibió la capitalidad del estado (antes era Nauplio la capital). Atenas de aquella tenía unos 5.000 habitantes. A partir de ahí, tuvo un crecimiento constante con dos momentos cumbre: la vuelta de los griegos emigrados en Asia Menor tras la guerra con Turquía en la década de 1920 y tras la II Guerra Mundial, como otras tantas ciudades. Y ese crecimiento acelerado tiene su plasmación física en el actual trazado urbano y sus edificaciones... Fin de la introducción.

Nuestro día en Atenas amaneció a las ocho y media de la mañana. La razón: el horario de desayuno del hotel finalizaba a las nueve. Tras un café griego totalmente aguado, al que luego me acostumbraría y me parecería hasta rico, nos dispusimos a enfrentarnos a la capital griega y el primer destino, que no podía ser otro que la Acrópolis...


Ya desde la ventana de la habitación pudimos ver las primeras imágenes de la urbe que se podrían resumir en la palabra caos. Gente cruzando por en medio del tráfico, bastante intenso; multitud de motocicletas del año catapún; taxis; ruido... vamos, Atenas en estado puro... pero era lo que imaginábamos, una ciudad con vida...


Antes de salir del hotel, decidí hacer uso del idioma griego para preguntar en recepción sí se podía ir andando desde allí a la Acrópolis La pregunta estaba perfectamente formulada, claro, al igual que la respuesta que me dieron, de la que lo único que comprendí es que la recepcionista aconsejaba ir en metro (porque nos señaló en el mapa, claro está). Recordé el consejo de un amigo grecohablante que me recomendaba utilizar el inglés porque no iba a entenderme bien con los griegos...


Total, que salimos del hotel y enfilamos la Avenida Pireos en dirección a Omonia y su parada de metro. Por el camino, vimos los primeros quioscos llamados “perípteros”, donde se vende de todo, hasta películas porno. La plaza de Omonia, una de las principales de la ciudad, es un hervidero a cualquier hora. Gente por todas partes, quioscos, yonquis, pakistaníes, tiendas de pan... no cabe duda de que Atenas es una ciudad occidental, pero el ambiente tiene algo oriental, algún olor y sabor de ciudad árabe...


Tras llegar en metro a la estación de Acrópolis, comenzamos nuestro homenaje a los antiguos griegos y subimos hacia los monumentos... No podría describir mi emoción (reflejada en mi cara, según mi acompañante) al subir por las faldas de la Acrópolis en dirección al Teatro de Dioniso, la primera parada. Imaginar a las gentes en la época clásica subiendo aquel camino, a Jerjes y los persas arrasando Atenas durante las Guerras Médicas; a Pericles y Fidias en dirección a las obras del Partenón... Impresionante. Tras visitar el teatro (veríamos unos cuantos más en el viaje), pasar al lado del Pórtico de Eumenes y ver desde fuera el Odeón de Herodes Ático, enfilamos el camino a los Propileos, pórtico de entrada a la Acrópolis, donde nos golpeamos con la marea de turistas... lo que éramos nosotros, mayormente.


La verdad es que los Propileos impresionan por sus dimensiones y por el mármol brillante (por efecto, claro está, del paso de los turistas) del que están hechos... no pude evitar tocar las columnas, pese a los carteles de prohibición... y es que cuántas manos habrán tocado aquella columna antes que yo... las de millones de turistas, claro... en ese momento, aprovechamos una sombra para protegernos con crema solar (eran las diez de la mañana pero el sol griego comenzaba a azotar sin misericordia). Recordé una frase que aparecía en un diálogo del libro para aprender griego moderno“Elliniká Tora”: “Ο ήλιος στην Ελλάδα είναι πολύ δυνατός” (El sol en Grecia es muy potente).


La verdadera emoción llegó al subir los escalones y contemplar la explanada: a la izquierda, el Erecteion y las Cariátides; y a la derecha, el Partenón que, pese a estar hecho polvo, impresiona bastante... algo atónitos, nos dirigimos en primer lugar al Erecteion. No me voy a parar en detalles: muy bonito, aunque las Cariátides no parecen tan grandes de cerca, lo de la marca del tridente de Poseidón en la puerta me pareció una auténtica frikada y lo del olivo sagrado de Atenea otra; me gustó su variedad de perspectivas, es un santuario distinto según desde donde lo mires.


Tras el Erecteion, nuestros pasos nos llevaron al soñado Partenón... y no nos defraudó, sus dimensiones imponen, y el brillo de sus mármoles, y su sobriedad, y sus líneas rectas, y la anchura de sus columnas en la base... buf, Fidias (o los pringados que curraron en su nombre) realmente hizo un buen trabajo... nos sentamos un rato a deleitarnos en su contemplación en una barandilla donde vimos algo que nos impactó casi más que el Partenón: la extensión de Atenas en el horizonte... impresionante... casas y más casas de 4-5 alturas como mucho extendiéndose durante kilómetros... ya sabemos donde se ubicaron los emigrantes de Asia Menor, claro... el mar Egeo y el puerto de El Pireo al fondo, luminosos...


Otro inciso: los vigilantes. Morenos, con barba de cuatro días y gafas de espejo tipo Cobretti. Y el silbato para incordiar a los guiris osados. La verdad que no tengo clara su función: si son meros vigilantes o si saben algo de arqueología. Desde ese momento, ese prototipo griego fue definido durante todo el viaje como “los Kostas”. Fin del inciso.


Tras un rato y varias vueltas al Partenón admirando su magistral sencillez, decidimos bajar hacia la roca del Areópago. Tras sentarnos en ella y reflexionar sobre cuántos juicios se dirimirían allí, bajamos en dirección al Ágora, el centro administrativo y de la vida pública en la época clásica... Vimos el Teseion, el templo mejor conservado de la época, restos de edificios, cloacas, gimnasios... y los perros de Atenas... cómodamente tumbados a la sombra del museo y haciéndose fotos con los turistas... un tema curioso el de los perros en Atenas. Los controla el ayuntamiento, y viven en total comunión con la ciudad y en medio de su caos sin mayor problema... salvo que los molestes... entonces son implacables...


Tras el empacho de piedras, decidimos bajar al barrio más típico y tópico de Atenas: Plaka. Y hago aquí un inciso: dado lo gracioso de nuestro carácter español, estoy seguro que las dos cosas que más oyen los griegos de boca de un hispano es el “Jronia que Jronia” y el “plaka, plaka”. Es lo que hay... Simplemente, y por si alguien aún no lo sabe, que Jronia (en griego Χρόνια) es el plural de Xronos (Χρόνος) que significa “año”. El “que” es “και” en griego y significa “y”. Por tanto, Χρόνια και Χρόνια, “años y años”. Así que ya sabéis, españolitos, las gilipolleces que decís en griego... Lo del plaka-plaka no merece la pena aclararlo. Quien no conozca al “Yoyas” de Gran Hermano ya es un tremendo afortunado y no voy a ser yo quien le amargue la vida...


Tras este inciso, decir que Plaka me pareció el típico barrio turístico como en otros tantas ciudades y países, con ochenta mil tiendas de souvenirs y ochenta mil bares, con camareros pesadísimos en la puerta a la caza del güiri... tras sortear a una docena de camareros y, tras múltiples indecisiones (ya sabéis, todo el mundo quiere timar al turista), acabamos sentados en la terraza de una taberna bastante cutre en la calle Mitropoleos, en la que la gran mayoría eran griegos (buena señal, supongo). Allí nos zampamos sendos “soublakis”, uno de carne y otro de pollo, que son una especie de pinchos morunos a la brasa, acompañados de patatas y pan de pita.


Ya me he extendido demasiado. El resto del día lo dedicamos a ver el Templo de Zeus que, pese a lo ruinoso, impresiona por sus dimensiones, y las murallas de Temístocles (supongo que restos de los “muros largos” que llegaban hasta el Pireo).


Otro día contaré la anécdota de la calle de los yonquis, al lado del hotel, y de lo que tuvimos que atravesar para llegar a Psirí... pero creo que ya he escrito demasiado...

5 comentarios:

kikeconk dijo...

Como siempre una gran crónica viajera, no te haces idea de la envidia que me das, unos de mis momentos soñados es la subida a la Acrópolis y permanecer sentado unos minutos al pie del Partenón.

Disfruta de tus vacaciones (pero no acababas de volver, qué vidorra la del casado), esperamos el próximo capítulo.

gorki75 dijo...

Muy buen crónica, otra vez, pero esperamos ya la siguiente, con alguna anécdota jugosa...
Por cierto Kike la Acrópolis de verdá impresiona, pero de quedarte sentado delante del Partenón casi se te quitan las ganas ante la avalancha de turistas que por allí circulan, y casi da igual cuando vayas, que yo tengo ido en inivierno...
Para mí (aunque suene a sacrilegio)es casi más impresionante la espectacular vista que desde allí se tiene del inabarcable enjambre de la moderna Atenas

gorki75 dijo...

Ela Brujo, ti perimeneis;

David Suárez Suarón dijo...

Los dioses griegos os ampararon...y Afrodita hizo de las suyas.

Guaje Merucu dijo...

sabiduría, que rima