miércoles, 3 de octubre de 2007

Vacaciones II: la del color especial vol. 1

Se ha hecho esperar pero aquí está el segundo capítulo de las vacaciones estivales, que incluye la estancia de tres noches en la ciudad de Sevilla y que acabó de manera algo accidentada...

La he fragmentado en dos volúmenes porque me he puesto a escribir y el contenido ha fluido a borbotones. Soy consciente de que es muy pesado leer mucho texto en pantalla. Allá va...

Dejábamos el anterior relato en la llegada a Sevilla. Eso es, estación de Santa Justa (a toda mecha). Lo primero que hicimos al llegar fue buscar una oficina de turismo en la propia estación, que la había. Llegué al mostrador de la misma como único cliente en ese momento, mientras los tres trabajadores de la oficina conversaban amigablemente sobre algún tema que se me escapaba, pero que me hizo esperar impaciente algún minuto más de lo deseado. Tras ser atendido, hice mi petición: un plano de la ciudad. La mujer que me atendía arrancó y me dio una hoja de papel de un bloc cuyas hojas eran el propio plano de Sevilla. Otra pregunta, ¿hay algún autobús que nos deje cerca de la Plaza Duque de la Victoria? La línea 32, creo, que tiene parada aquí mismo, enfrente de la estación. Perfecto, plano y autobús, para qué queremos más.

Salimos de la estación felices pero recibimos un brutal impacto: 45 grados de calor sofocante a las 14 horas... la parada del bus a unos doscientos metros... y dos maletas... allá vamos... llegamos a la parada sudados y nos toca esperar quince minutos... tengo hasta mareos... la gente que espera con nosotros parece estar cómoda... llega el bus y subimos. Va medio vacío y nos sentamos. Durante el viaje, voy consultando el plano de Sevilla mientras apunto las calles por las que pasamos. Son curiosos los carteles de las calles de Sevilla, de azulejos y enormes, por lo que es difícil no verlos. Llegamos a la Plaza, muy cerca de la zona comercial y con un Corte Inglés, y entramos en el Hotel Derby, nuestro hogar las siguientes tres noches que nos recibe con el aire acondicionado a tope...

Llegamos a recepción y nos encontramos una escena curiosa: una mujer pide consejo sobre algún sitio para comer y el recepcionista encorbatado le indica amablemente. Junto a él, otro tipo con camisa blanca y (parece) pocas luces repite los gestos del propio recepcionista pero sin hablar... como con mímica... un tanto surrealista. El recepcionista era un híbrido entre el presidente del Valencia CF y un tío que sale en un anuncio y al que su perro le abandona cuando le toca el cupón de la ONCE. Tras comprobar la reserva, todo correcto, nos entregó la llave de la habitación, que resultó ser una tarjeta agujereada que había que introducir en una ranura de la puerta... En el vestíbulo una extraña máquina de limpiar zapatos que funcionaba con monedas llamó nuestra atención... Tras revisar la habitación y dejar los trastos descubrimos que tenemos hambre, mucho hambre... no había tiempo para buscar algo típico. El McDonalds sabe lo que nos gusta... Tras la comida, una siesta hasta las siete de la tarde parecía ser lo mejor que podíamos hacer...

Cuando despertamos y salimos el problema que nos encontramos fue que, en Sevilla, el calor no amaina con el atardecer. Es sofocante realmente, mucho más que en el valle del Ebro... Decidimos hacer la primera visita al Guadalquivir y a la Torre del Oro, que no estaban lejos del hotel. Sudando y agobiados llegamos al río que subieron los vikingos en no sé qué año (recuerdo leer algo sobre el tema en Noruega). Triana en la otra orilla, la Torre del Oro a nuestro lado. La Maestranza cruzando la calle. Sevilla en estado puro. Piragüistas en el río, verdoso, parecían pasarlo bien jugando a una especie de hockey acuático. Típicas fotos de turistillas y a cenar. Esta vez sí buscamos una tasca o taberna Serrano, con su virgen en la pared, y nos decantamos por unos boquerones fritos y unas puntillitas (como los chopitos asturianos). Todo ello regado por varias cañas de Cruzcampo, que es a Andalucía lo que la sidra a Asturias... Tras tomar un helado y callejear un poco, decidimos volver al hotel a descansar, que ya era hora y mañana sería otro (y caluroso) día.

El segundo día lo dedicamos a visitar los Reales Alcázares y la zona de la Giralda por la mañana, antes de las 13 (por aquello del sofocón). Resumiendo: mucho mozárabe, mudéjar, patios con agua, murallas, jardines palacio de Indias, Giraldillo, barrio de Santa Cruz, etc... realmente bonito. Conocimos la calle Sierpes, famosa por sus comercios que, en realidad, son los mismos que en toda España. Una Casa del Libro me llamó la atención (sólo conocía la de Madrid). Más allá, en la avenida de la Constitución, una FNAC demostraba que Sevilla es una gran ciudad europea... Con sus güiris, claro está. Increíble la cantidad de turistas, sobre todo topiquísimos italianos, que acuden a la del color especial para vivir su embrujo y su duende... Otro aspecto típico sevillano: los coches de caballos. Pobres animales, allí plantados de pie con 45 grados a la sombra esperando al güiri incauto que quiera darse una vuelta... pocos vi con gente montada, la verdad, y es que el turismo ya no es lo que era... Ese día acabamos cenando en una pizzería instalada en unos antiguos baños árabes restaurados, un entorno cojonudo. De todas formas, mi impresión de Sevilla tras este día empezaba a cambiar un poco, y me recordaba mucho a la Gran Vía de Madrid: mucha gente y consumismo, en un entorno atractivo arquitectónicamente. Y así llegamos al fatídico tercer día...

Continuará en otro post...

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Hermano, por fín conseguí entrar por "blogspot". No me hables de calor, no me hables...
Un besu!

kikeconk dijo...

¿Híbrido?, ¿pero no es el presidente del Valencia CF el tío del anuncio del perro?.

El Brujo dijo...

Saludos sister. Ahora te darás cuenta de a quién tienes por hermano...
Kikekonk: absolutamente de acuerdo, debe ser el mismo... :-)