Muchas veces se habla de salir a la calle a protestar... ¿contra qué? ¿contra el "sistema"? ¿contra nuestra propia gilipollez? Esa es una de las grandes victorias del capitalismo: no hay un enemigo concreto... el sistema corre por las venas de todo...
Vamos a comprar a megacentros comerciales con Zara, H&M, Primark… compramos discos en la FNAC y los cachivaches tecnológicos en el Media Markt... hacemos la compra en el Carrefour o en Eroski o algo por el estilo... tenemos nuestro internet, tomamos nuestras cañas, vemos nuestro fúrbol, gastamos gasolina, viajamos en lowcost a Londres o la Conchinchina... y sí, seamos conscientes o no, hay gente muriéndose de hambre o explotados brutalmente. No a miles de kilómetros, que los hay, sino en las propias ciudades que habitamos. El sistema se basa, por un lado, en esclavos que fabrican nuestra ropa, nuestros ordenadores, nuestros móviles... y, por otro, en la propaganda brutal, el MARKETING (tema central, del que hablaré en próximos posts) y la creación de modos de vida y estereotipos para que seamos felices sin pensar ni protestar demasiado.
Claro que existen otras opciones: comprar productos de comercio justo, de agricultura no transgénica, respetuosos con el medio ambiente... pero son más caros, menos bonitos... y quizá hasta sea falso lo que prometen... no se ven, no aparecen, no tienen, insisto, MARKETING.
La cuestión es ¿estamos dispuestos a renunciar a algo? ¿estaríamos dispuestos a renunciar a alguna de nuestras comodidades para cambiar el mundo? Conocemos la respuesta y no es afirmativa...
(continuará)
Vamos a comprar a megacentros comerciales con Zara, H&M, Primark… compramos discos en la FNAC y los cachivaches tecnológicos en el Media Markt... hacemos la compra en el Carrefour o en Eroski o algo por el estilo... tenemos nuestro internet, tomamos nuestras cañas, vemos nuestro fúrbol, gastamos gasolina, viajamos en lowcost a Londres o la Conchinchina... y sí, seamos conscientes o no, hay gente muriéndose de hambre o explotados brutalmente. No a miles de kilómetros, que los hay, sino en las propias ciudades que habitamos. El sistema se basa, por un lado, en esclavos que fabrican nuestra ropa, nuestros ordenadores, nuestros móviles... y, por otro, en la propaganda brutal, el MARKETING (tema central, del que hablaré en próximos posts) y la creación de modos de vida y estereotipos para que seamos felices sin pensar ni protestar demasiado.
Claro que existen otras opciones: comprar productos de comercio justo, de agricultura no transgénica, respetuosos con el medio ambiente... pero son más caros, menos bonitos... y quizá hasta sea falso lo que prometen... no se ven, no aparecen, no tienen, insisto, MARKETING.
La cuestión es ¿estamos dispuestos a renunciar a algo? ¿estaríamos dispuestos a renunciar a alguna de nuestras comodidades para cambiar el mundo? Conocemos la respuesta y no es afirmativa...
(continuará)
Si alguno tiene moral, puede leer la letra...