martes, 3 de junio de 2008

Crónica de un viaje a Grecia I: diario de un largo camino hacia Atenas

Situémonos. Lunes, 12 de mayo. Dos días después de la boda. Y nueve días después de la preboda. Con todo lo que ello implicó de preparativos, atender a gente, preparar en el trabajo asuntos para la ausencia, beber, comer... Vamos, que teníamos bastantes ganas de largarnos y desaparecer de la circulación quince días... Este es el principio de la crónica de esos quince días...

El viaje hasta Atenas hubo que dividirlo en varias etapas, lo que es una de las desventajas (mejor dicho, la única desventaja) de no vivir en Madrid.

Primera etapa: autobús Tudela-Madrid. 10.30 horas.
Sin problemas, salvo la clásica escala absurda en Cintruénigo para subirnos al bus que viene de Pamplona porque a la empresa Conda no le sale de las pelotas desviarlo 16 kilómetros y que entre en Tudela. Pero ya lo sabíamos de otras veces. No hay problema.

Segunda etapa: metro Avenida América – T4. 15.20 horas.
La llegada a esos intestinos oscuros de Madrid y la Avenida América se produce sin sobresaltos. Tras sortear el típico guirigay en la salida, cogimos el metro y llegamos a la T4 sin problema alguno.

Tercera etapa: facturación y embarque. 16.25 horas.
Los problemas comienzan en la T4: ¿por dónde se va a los mostradores de facturación de la T4? No tenemos ni idea. Es la primera vez que viajo desde allí. Y no hay ningún mostrador de información en nuestra línea a de visión, que abarca unos cien metros. Decidimos seguir unas señales de tamaño minúsculo que parece que lo indican. Subimos una planta. Otra planta. Y otra planta. Y al final los encontramos... ¿Cuáles son los nuestros? Doscientos y pico. Bueno, pues toca caminar...
Llegamos, al fin, pero los dos mostradores que marca el panel de vuelos no están iluminados... otra duda. Pregunto al tipo del mostrador de Iberia, tras una breve espera por el típico pesado que tiene que preguntar todo (otro como yo, vamos). El empleado me explica amablemente: esto que tienes es un billete electrónico. Tienes que ir a esa máquina e imprimirte las etiquetas de la facturación y la tarjeta de embarque, y luego ir a cualquiera de aquellos mostradores a facturar equipaje. Pero los que marca el panel no están activos, replico. Da igual, vale cualquiera... Bien. Allá vamos. Con algún problema logramos vencer a la máquina del billete electrónico, aunque al elegir asiento sólo aparecen disponibles los de al lado de la salida de emergencia y los de atrás. Cogemos los de atrás y vamos a facturar.
Allí nos dicen: tenéis mal asiento, los de atrás no se pueden abatir. Respuesta: pues son los que había. Continúa: en la máquina no se ven todos los que hay... No me diga... Mírenos otros, entonces. Mira... mmm... sólo quedan los de las salidas de emergencia... (Lo mismo que hemos visto nosotros, claro). Son algo mejores... pues hala, esos. Una duda me asalta en este punto: de doscientos asientos, ¿por qué sólo quedan ésos si aún faltan dos horas para que salga el avión? ¿Se pueden reservar por internet?. Debería habérselo preguntado a la dependienta... Pero ya vamos camino del arco detector de metales...
Siempre es lo más “divertido” de los viajes. Me despojo de todo: ni móvil, ni llaves, ni cartera, ni cinturón... pero pita igual... no logro eludir el resultado esperado: cacheo humillante (por lo menos no me hacen descalzarme). Y algo curioso: a mi acompañante no le dejan pasar un bote de Kas naranja que llevaba en la mochila. Porque es un líquido. Insistiendo un poco logramos que hagan la vista gorda con el líquido de las lentillas... menos mal... Pero no comprendo esa norma... porque luego puedes comprar todo el líquido que quieras: licores, refrescos, agua... vamos, hasta nitroglicerina,... Supongo que son las consecuencias del 11-M y de la paranoia terrorista... En fin, tras cierta espera, logramos embarcar en el avión rodeados de muchos griegos y algún español...

Cuarta etapa: viaje en Avión a Atenas. 18.35 horas.
Tras un buen despegue, una cena a cargo de Iberia y el cambio de hora en el reloj (en Grecia es una hora más), llamó mi atención el hecho de que había unas diez personas (griegas) levantadas de sus asientos, por el pasillo y hablando a voces. Una acodada cómodamente en el reposa cabezas de mi acompañante. Buen sitio. Otros tres haciendo círculo alrededor de otra española que, sentada en su asiento, a duras penas aguantaba el tipo bajo los sobacos y las barrigas de los cincuentones que se asomaban sobre ella. Incluso uno llega a levantarse tranquilamente en plena maniobra de aterrizaje, llevándose una reprimenda por parte de la azafata... Supongo que será cosa del carácter campechano del pueblo heleno... por lo demás, el viaje discurrió sin sobresaltos y concluyó con un buen aterrizaje... Aplausos en el avión... En mi caso, prefiero no aplaudir hasta estar fuera del avión...

Quinta etapa: recogida de maletas y trayecto en autobús hacia el hotel. 23.30 horas
Tras llegar al aeropuerto dedicado a Eleftherios Venizelos, héroe nacional para los griegos, y que tiene calles en todas las poblaciones del país, recogemos las maletas sin problemas, y seguimos fascinados los letreros en griego: Έξοδος / Exit. Para allá vamos. Vemos una persona con un letrero. Es de nuestra agencia. Se llama Fanny. Nos entrega un sobre con información y esperamos. Llegan más españoles. Nos subimos todos a un microbús y para el hotel vamos... Por el camino, la guía nos fue explicando cosas sobre Grecia y Atenas: es una ciudad muy segura, las zonas visitables se recorren bien a pie, los precios son similares a los de España y, lo más importante para ella, que la empresa nos ofrecía varias excursiones (pagando, claro está) detalladas en el folleto por Atenas y alrededores. Unos españoles de edad madura picaron, y visitarían la ciudad de forma guiada y, seguramente, bailarían sirtaki en una “típica taberna” griega a precio de oro. Declinamos la invitación de Fanny. Bastante tendríamos con el circuito por Grecia y el crucero en cuanto a viajes organizados...

En el camino a Atenas, que está a unos 40 km del aeropuerto, pasamos las típicas zonas industriales y terciarias con Carrefour, Lidl, talleres,... vamos, parece que estábamos en Madrid, salvo por el alfabeto griego. Mis “conocimientos” del idioma me permitían leer los carteles, aunque comprendía bastante poco... La entrada a Atenas tuvo lugar por calles un pelín oscuras con alguno que otro edificio ruinoso que tendríamos ocasión de ver a plena luz del día. Finalmente, llegamos al hotel Dorian Inn, que tenía buena pinta por fuera, aunque la habitación tampoco era una maravilla... Para entonces, ya eran más de las doce y media de la noche, hora griega. Decidimos quedarnos en la habitación, descansar y dejar el primer contacto con Atenas para el día siguiente. La fascinante Grecia Antigua, Pericles, Temístocles, Sócrates, la Acrópolis, Plaka y Monastiraki nos esperaban...